El Árbol, ese Ser, esa Energía

Editorial Ars Natura et Mundi
Os transcribo algunos fragmentos de este interesante libro que habla sobre los árboles y su energía. Espero que los disfrutéis.

Cuenta una leyenda:

" Fue una vez, que existió un hermoso planeta formado en su mayor parte de agua; en su interior, el fuego ardía como la llama que alumbra la vida dando calor y en su superficie, cubierta de tierra fértil, se desarrollaba la exuberancia de una vegetación sin igual; el aire límpido dejaba los cielos claros y brillantes y todo él resplandecía en netos colores a la luz del Sol.

En este planeta habitaban seres de la más distinta condición, un sinfín de especies que, aunque muy diferentes entre sí, tenían algo en común, su casa. Este factor era lo suficientemente importante como para que todos ellos sintieran un mutuo respeto que les permitía formar un conjunto armónico dentro de una ley natural de compensación. De este modo, el planeta se desarrollaba exhibiendo su plenitud y su hermosura, y cada una de las especies que en él vivían, encontraban todo lo necesario para su próspero desarrollo como individuos y como conjunto equilibrado.

Los hijos predilectos de este planeta, llamado primeramente ARDA y más tarde TIERRA, eran los ÁRBOLES, pues en ellos podía concentrar su contenido y manifestarlo hacia el exterior con toda su plenitud. Arda dio a cada uno de sus hijos predilectos unas características particulares, configurándolos con una personalidad propia. Dándoles la capacidad de reproducirse a sí mismos, encargó a cada una de las especies, el cuidado y la protección de una zona determinada del planeta. Así éste prosperó en conocimientos y belleza hasta convertirse en un vergel de maravillas, donde las especies que en él vivían podían llegar a alcanzar sin dificultad, la plenitud que enriquece el alma. Arda se había convertido en EL PARAÍSO.

Algún tiempo más tarde, se le propuso a Arda albergar una especie más, ya que al parecer sus idílicas condiciones, favorecían los estados de los seres en evolución; así pues, el planeta accedió gustoso a soportar sobre sus espaldas, una nueva especie para que ésta pudiera, con la ayuda del marco armónico que él representaba, crecer también en conocimiento y sabiduría.

Así llegó el hombre a la Tierra y gozó con ella. Aprendió el orden de los ciclos de la Naturaleza y convivió con ellos, se añadió a las ruedas de compensación que el resto de especies dictaban para alimentarse, aprendió el lenguaje de los Elementos para sobrevivir y a hacer uso de los recursos que la misma tierra brindaba comprometiéndose a respetarlos. Pero el hombre no era un Ser igual, ni siquiera similar, al resto de razas que habitaban el planeta hasta entonces, el hombre era en su fuero interno, en su esencia más íntima, un ser ambicioso, una ambición que crecía conforme iban creciendo sus conocimientos; hasta que un día, alguna mala influencia exterior, le hizo creer que era un ser superior al resto de razas que compartían su hábitat, y con ello llegó el principio del fin. Así empezó a valorar más sus propias capacidades, olvidándose poco a poco de que éstas eran fruto de una armónica convivencia con el resto de las especies que con él cohabitaban y de la influencia que la propia Tierra ejercía sobre él. Hasta que por fin, en su afán de poder y dominio, olvidó por completo no sólo las enseñanzas que de un modo natural había obtenido del planeta, sino también sus propios orígenes, creándose paulatinamente un mundo lleno de superstición, en el que la lucha por la supervivencia se convirtió en una lucha por el poder y la supremacía ante el resto de los seres vivos que poblaban la Tierra ... ".